Cada uno de nosotros siente emociones, negativas y positivas, más o menos conscientemente. Las emociones han acompañado a la humanidad desde su origen, teniendo una gran importancia evolutiva en nuestra espeie, y gracias a ella podemos tomar decisiones para evitar amenazas u obtener beneficios. Pero, ¿de dónde vienen las emociones y cuál es su mecanismo de acción? La amígdala, parte del sistema límbico, ubicada en la parte interna del lóbulo temporal, es responsable de la formación de emociones en el cerebro humano. En este post estaremos profundizamos en esta parte de nuestro organismo tan indispensable para la salud mental y emocional.
Ubicación y estructura de la amígdala
La amígdala es una pequeña estructura pareada que se encuentra dentro de los lóbulos temporales de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro. Su nombre proviene de que su forma forma que se asemeja a una almendra. La amígdala consta de un grupo de nervios o cuerpos de neuronas, por lo que el término “amígdala” también se usa con frecuencia. Tiene una estructura heterogénea: debido a la ubicación, la diferenciación morfológica y funcional de las células dentro de la amígdala, se divide en dos sub-áreas:
- La parte corticomedial, que consta, a su vezm de tres núcleos complejos: cortical, medial y central.
- La parte basolateral, que incluye los núcleos basal y lateral.
La amígdala tiene un rico sistema de conexiones aferentes y eferentes (recibir estímulos y enviar señales), tanto con la corteza cerebral como con el tronco del encéfalo. Gracias a esto, puede recibir y enviar información sobre acciones conscientes e inconscientes.
¿Cuál es la función de la amígdala?
Todo el sistema límbico es un concepto funcional más que anatómico debido a la multiplicidad de conexiones y dependencias de varias estructuras. La amígdala juega un papel clave en ella, muy relacionada con la esfera emocional y emocional, pero es difícil enumerar exactamente todas las funciones que realiza, porque aún se están descubriendo sus nuevas conexiones funcionales con otras áreas del cerebro, entre ellas en el tálamo, en el tronco o en las regiones móviles de la corteza cerebral.
La investigación científica más antigua demuestra que la amígdala es la principal responsable de la construcción de la memoria basada en asociaciones emocionales y de estimulos negativos. La amígdala también le permite reconocer las emociones de otras personas en función de las expresiones faciales de su rostro y voz, y tiene un impacto en la construcción de vínculos sociales. La amígdala juega un papel importante en la regulación de la respuesta al estrés. Esto tiene una base evolutiva ya que, en situaciones de emergencia, la amígdala toma el control del comportamiento y evita que las personas realicen actividades peligrosas.
Cada vez más trabajos científicos nuevos descubren nuevos significados de esta estructura. Entre otras cosas, se ha comprobado que la actividad de la amígdala es importante en la toma de decisiones importantes que involucran riesgos como deportes extremos, apuestas y decisiones financieras.
Disfunción de la amígdala
La amígdala es una estructura que aún no se comprende por completo; sus trastornos de funcionamiento se manifiestan en afecciones como varios tipos de trastornos de ansiedad o autismo. Estudios posteriores muestran aún nuevos trastornos relacionados con la disfunción de la amígdala.
El mal funcionamiento puede deberse a un daño en la amígdala por un accidente cerebrovascular, una infección o una cirugía del lóbulo temporal. A menudo, la causa subyacente de la disfunción es el aumento o la disminución de la actividad de las neuronas y los neurotransmisores.
Métodos de diagnóstico
Se utilizan técnicas de imágenes modernas para evaluar el funcionamiento de la amígdala, lo que permite la observación de las estructuras del sistema límbico del cerebro, principalmente imágenes de resonancia magnética. La actividad de las estructuras cerebrales se puede medir examinando el flujo sanguíneo en la amígdala o la actividad eléctrica de las células nerviosas (electroencefalografía).
Desórdenes de ansiedad
La amígdala es responsable de dar forma a la memoria emocional. Es lo que provoca que los eventos relacionados con las emociones negativas permanezcan en nuestra memoria durante mucho tiempo. En algunos casos, una amígdala demasiado agitada puede contribuir al desarrollo de trastornos de ansiedad como varios tipos de fobias, trastorno de pánico, trastorno de estrés postraumático o trastorno obsesivo-compulsivo. En cada uno de estos casos, la respuesta del cuerpo al desencadenante es desproporcionada a la situación real.
Autismo
Se han demostrado diferencias significativas en el desarrollo de la amígdala en personas con espectro autista. En los niños sanos, la cantidad de neuronas ubicadas en este organo aumenta en un promedio del 11%. hasta llegar a la edad adulta. Los niños con trastornos autistas tienen una cantidad promedio de neuronas en un 17%. más alto que sus compañeros sanos, pero disminuye con la edad. Esta tendencia inversa del desarrollo hace que las personas con autismo tengan una percepción y expresión emocional e interacción social deterioradas debido a que hay menos neuronas en la parte del cerebro que procesa las emociones.
Lesión de la amígdala
Se pueden observar alteraciones en la percepción de las emociones cuando el lóbulo temporal está dañado, por ejemplo, como resultado de una cirugía, un accidente cerebrovascular o un historial de infecciones. Las personas con amígdala dañada pierden la capacidad de juzgar las expresiones faciales y sienten miedo, evitan el contacto visual y se apartan de los contactos sociales.
El síndrome de Klüver-Bucy es una enfermedad rara asociada con daño a la amígdala. Las personas que padecen esta afección presentan síntomas como: inestabilidad emocional, pérdida del miedo, aumento del apetito, llevarse varios objetos a la boca con fines cognitivos (la llamada percepción a través de la boca), excitabilidad sexual excesiva, incapacidad para reconocer objetos familiares.
Métodos para tratar la disfunción de la amígdala.
La base para tratar los trastornos en el funcionamiento de la amígdala es identificar su causa. Dado que las conexiones nerviosas dentro del sistema límbico son muy amplias, a menudo es difícil determinar la causa de la enfermedad. Un ejemplo sería un paciente con enfermedad de Alzheimer en el que los depósitos de amiloide en la amígdala causaban síntomas de la enfermedad de Klüver-Bucy. El paciente adicto a la metanfetamina se comportó de forma similar.
La red de conexiones anatómicas y funcionales de la amígdala sigue siendo objeto de investigación en neurofisiología. Las técnicas de imagen aún mejoradas y los estudios de la actividad del sistema nervioso son útiles. Comprender cómo funciona el cerebro y sus estructuras puede ser la clave para tratar las enfermedades neurofisiológicas. La modificación de la actividad de la amígdala puede ayudar en el tratamiento de muchos trastornos de causas desconocidas hasta ahora.